martes, 22 de octubre de 2013

Un juego

Monotonía.
Cada día la misma rutina.
Era una especie de zombi aún con aliento de vida.

Todas las mañanas de Sábado, bajaba al café que estaba al otro lado de la calle.
Siempre se pedía lo mismo: un chocolate caliente con una magdalena.
Y siempre hacía lo mismo: observar a la gente.

Un Sábado, tomando el chocolate, entró alguien y se sentó en la mesa de enfrente, justo delante de ella.
Observó a ese alguien y este hizo lo mismo, pero con una mirada de diversión en vez de la mirada de curiosidad de ella.
No se dijeron nada. No hicieron nada, excepto mirarse.

El juego se aplazó al sábado siguiente, cuando volvieron a coincidir.
Esta vez ella le miró con intención de adivinar algo de él.
Él, la miró divertido, otra vez.
Ella pidió lo mismo, pero al tomarse el chocolate, se quemó.
De la mesa de enfrente llegó una carcajada y ella levantó la mirada.
Aquel alguien le tendía un vaso de agua entre carcajadas.
Ella sonrío y se despidió de la monotonía.

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