martes, 4 de noviembre de 2014

¿Curiosidades que matan o gatos que huyen?

Al último gato que conocí, no sé si lo mató la curiosidad o
                                                                    se mató él mismo por ésta.

Le gustaba jugar al filo de su séptima vida, mientras los demás maullaban a una falsa Luna gatera.

Nunca se quejó de como malgastaban sus vidas algunos, pero tampoco buscó remedio para aprender a vivir las suyas.

Estaba perdido entre excusas para salir de noche y exigencias de mimos que solo lo arrastraban fuera de aquí; de todo este mundo deshecho y vuelto a hacer.

Por eso, ese día, saltó
Sin lagrimas en los pensamientos, pues ya llovía lo suficiente fuera, como para que lloviera dentro también.
Con la satisfacción de haber vivido tan mal respecto al orden social.

Y con la seguridad de que no le hacía falta volver jamás.

Descubrieron que la curiosidad lo empujó, susurrándole que no había un lugar mejor, pero sí más ameno.
Nadie nunca encontró el lugar donde la curiosidad se llevó al gato... 

Bueno, nadie tuvo tiempo. 

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