He cogido aquella chaqueta que me va tan tan grande
y que rasca un poco si no llevas manga larga.
He abierto la puerta y una pequeña brisa ha venido a hacerme cosquillas
y helarme un poco los pies.
Ha ido subiendo poco a poco, mansa y cariñosa para no asustarme.
Ha entrado por las mangas, me ha acariciado las mejillas
y me ha besado la frente.
El olor a lluvia ha llegado con ella, y he respirado fuerte
para no perderme.
Mis pies y yo hemos decidido helarnos un poco y
al fin
salir.
Entonces, he decidido ir a ver caer luciérnagas,
pequeñas bolas de gas en el cielo frío y sereno.
Y ha decidido envolverme, abrazarme;
y así, me he deshecho entre alivio y ungüento.
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