Hace demasiado que no escribo, así que no creo que consiga traspasar las sensaciones que quiero que se sientan, pero voy a intentarlo.
Andamos l a r g o y t e n d i d o por una calle sin sombras y de color anaranjado, pues el Sol se está quitando del cielo para irse de fiesta.
No apuramos tiempo ni camino, pues a cada paso nos saluda una historia sobre el lugar envuelta en pelos de gato. Que cálido y a la vez tan frío es el ambiente y el tiempo; el mejor clima posible.
Cada gato nos cuenta una pequeña historia de batallas y familia, o de distancias y de lo vivido. Les dedicamos el tiempo justo y necesario, extendiéndonos en caricias y arrumacos más que obligatorios para estos nuestros dioses. Nunca hay que dejar a un gato sin las carantoñas reglamentarias.
A todo esto, cuando el Sol justo esta por bañarse, llegamos al prado que está antes de la caída al mar, y paramos.
Las vacas han decidido que hoy no, que si quiero verlo, tendré que volver más adelante.
Entonces, callamos todos excepto el mar, y sonrío.
Paso frío y me baño en naranja, y decido que más adelante no sea tanto, solo un poco más, y me despido.
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