lunes, 19 de octubre de 2015

Echarlo todo a


Nadie le dijo nunca que lo hiciera. Nadie la obligó, y estúpida de ella, decidió hacerlo.

Decidió clavarse una espina en el corazón ella misma.
En un trozo prestado.

Y empezó a sangrar. Y dolía. Y se dio cuenta de que las historias están para eso, para ser escuchadas.
                                                Ella, que siempre las había escuchado. Que las tenía en cuenta en todo momento, no sabía como, pero se tapó los ojos y no lo vio. 
No lo entendía.
¿Cómo había hecho eso?

Entonces, 
decidió cambiar la espina de lado. 
Pero el daño estaba hecho. Y la herida ahí. Y nunca se lo perdonaría. Y ella misma tampoco.

Decidió cortarse a trocitos para no notar tanto el dolor expandirse por todo su cuerpo, pero este no
quería que se deshiciera, así que la ató con un nudo en el estómago.

No fue la solución, así que cogió hilo y, sin aguja, empezó a coser. 

Ahora se ha encerrado en una lámpara fundida por la lluvia. No quiere salir.

Ella sabe que cuando no recuerdas, pierdes.
Y también sabe recordar dolor y no perder.

Pero lo que no sabe, es si 

1 comentario: