domingo, 1 de noviembre de 2015

No afirmo, pero aún no reniego

Lo encontré por casualidad, de eso que tropiezas y no caes, pero quieres saber con qué has tropezado.
Era algo parecido a una bola a la que le faltaban colores.
Lo cogí con ambas manos y entonces me di cuenta de que esa superficie que en un principio parecía lisa, tenía algo que recordaba a pequeños pinchos.
No le di importancia, así que le di un abrazo y lo cuidé tan bien como supe, pues no sabía cómo debía actuar con eso.

Poco a poco, los pinchos de la bola iban desapareciendo y recuperaba algo de su color.
Era genial. No sabía qué estaba haciendo, pero supongo que lo hacía bien.

Con el tiempo, como a veces pasa, aquella cosa parecida a una bola se fue rodando y desapareció.


Siempre he sido una persona que tiende a abrazar mucho sin saber nada, y también tiende a echar de menos; por esa razón, al no echar de menos, me di cuenta de lo que llevaba y no llevaba encima.
Tenía las manos llenas de puntos negros y más blancas de lo normal.
Me las miré de cerca, y descubrí que eran como pequeñas espinas clavadas.

Intenté quitármelas por inercia, pues eso de llevar pinchos duele un poco. Pero no salían. Aún peor: algunas se clavaban más.

Terminé por creer que no se irían, así que escondí las manos en unos guantes de esos sin dedos, porque me gustan.

Según iba pasando el tiempo, iba olvidándome de los pinchos y dejando que el blanco se expandiera. La verdad es que no me importaba demasiado, pues nadie parecía quejarse de los cambios de color o de los momentos. Algunos, los que me habían mirado las manos, me habían quitado un par de pinchos, o lo habían intentado. No entendía por qué lo hacían, pero les dejé hacer.
Después, vi que en aquellos puntos, aparecía algo de color, y es divertido ver como se extiende y luego vuelve a recluirse en un pequeño punto en la superficie blanca.
Nunca terminan de asentarse en un color concreto.

He de decir que nunca he hecho nada para quitarme yo misma todos los pinchos, que siempre hay alguien que me insiste en que me quite alguno más. Pero ahora mismo no me importa haber abrazado a aquello que me hizo cambiar, o no siempre.

Como todo, supongo.


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